jueves, 30 de diciembre de 2010

VALOR EMOCIONAL DE LOS ALIMENTOS




Quienes hayan seguido alguna dieta o lo estén haciendo en este momento por el motivo que sea -adelgazar, engordar, controlar la tensión, el colesterol, la diabetes...- es probable que hayan sentido, en alguna ocasión, la tentación de comer lo que menos les conviene.

Para comprender por qué nos tientan de manera particular ciertos alimentos cuando nos ponemos a dieta, hemos de entender que estos van cargados de valor simbólico y emocional, que están compuestos de algo más que de nutrientes (hidratos de carbono, proteínas, vitaminas...).

No en vano se tiende a asociar algunos alimentos a emociones y sentimientos, a determinadas personas o situaciones de nuestra vida, a buenos o malos recuerdos, etc. Y muchas de estas asociaciones son necesarias para nuestra estabilidad emocional.

Los expertos en psicología advierten sobre cómo reaccionar frente a alimentos cargados de un gran valor simbólico y emocional cuando se está a dieta o se desee cuidar al máximo la alimentación en circunstancias concretas, como puede ser la Navidad.

El consejo en el que todos coinciden es que no se debe prescindir de ellos. Simplemente, hay que ser conscientes de que son necesarios de vez en cuando para sentirse bien, sin que ello genere ningún tipo de trauma e inseguridad.

Disfrutar con gusto de un dulce y saborearlo de vez en cuando y en pequeñas dosis resulta una buena terapia para sentirse mejor de ánimo y, según el caso, para continuar con éxito la dieta. Es la manera de que las necesidades psicológicas que se esconden detrás del valor de ese alimento (sentirse querido, acompañado, elegido....) queden satisfechas.

El estrecho vínculo entre la comida y las emociones es evidente. Por ello, seguir dietas muy estrictas, sin concesiones esporádicas con mesura y sentido común, como ingerir un trozo pequeño de turrón o un canapé, genera tal ansiedad que hace que esa persona coma más para calmarla. A estas situaciones se une el hecho de que mucha gente complica el seguimiento de una dieta al plantearse objetivos a muy corto plazo o metas inalcanzables, como puede ser ponerse a dieta en Navidad creyendo que es la solución para no caer en la tentación de comer turrón, o llegar a obsesionarse con los alimentos y sus calorías ante la posibilidad de engordar 2 o 3 kilos en estas fechas.

Disfrutar de un dulce y saborearlo de vez en cuando resulta una buena terapia para mejorar el estado de ánimo

La ansiedad se manifiesta físicamente en el organismo y la mayor necesidad de comer es una de sus muestras. Con la ansiedad crecen los niveles de adrenalina y se reduce la capacidad para el autocontrol. El individuo se vuelve más susceptible de seguir comportamientos malsanos como fumar más o comer demasiado. La serotonina, un neurotransmisor cerebral relacionado con el ánimo, participa en el control del apetito. En bajos niveles se relaciona con una mayor ansiedad por comer, sobre todo, dulces.

Por otra parte, el control de las situaciones emocionales, que pueden generar ansiedad y que también influyen cuando se ingieren alimentos, es una ayuda para discernir si se come con ansiedad, si es la propia ansiedad la que nos lleva a comer o si se sufren las dos sensaciones.

Llevado a la práctica, ese control se materializa en un registro diario de lo que se come. Es muy importante prestar especial atención al entorno y observar si la persona come sola o acompañada, cómo es su estado de ánimo (triste, alegre, aburrida...) y los alimentos que más consume en momentos de ansiedad o nervios.

Fuente:WWW.CONSUMEREROSKI.ES

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